Veraneantes

A Miguel del Arco le vi por primera vez cuando encarnaba a Javert en la versión de Los miserables que se estrenó en 1992 en el teatro Nuevo Apolo. Me gustaron el mordiente y la veracidad de su interpretación de un personaje intenso y poliédrico. Le vi después en las audiciones de Grease; a su productor y director, Luis Ramírez, le pareció admirable pero no era un musical adecuado a sus características. Recuerdo después a Miguel en pequeños papeles en las películas Entre rojas o La voz de su amo; en el musical Te quiero, eres perfecto, ya te cambiaré, a las órdenes de Esteve Ferrer, y ya más recientemente como un divertidísimo Roger de Bris en Los productores. Fui a La función por hacer, escrita y dirigida por él a partir de la pirandelliana Seis personajes en busca de autor, animado por los comentarios que había oido. Y fascinación es una palabra que se queda corta para definir lo que sentí. También me pareció magnífico su trabajo con Nuria Espert en La violación de Lucrecia; no pude ver, cuestión de fechas, El proyecto Youkali.
Hace unos días asistí con mi sobrino Pablo a un ensayo general de Veraneantes, la obra que puede verse estos días en La Abadía, y una vez más me sedujo extraordinariamente el trabajo de Miguel del Arco. Se trata de una adaptación libérrima (así la bautiza él mismo) de la obra de Gorki, en la que están todos los actores de La función por hacer (Israel Elejalde, Bárbara Lennie, Miriam Montilla, Manuela Paso, Raúl Prieto y Cristóbal Suárez), a los que se ha sumado un notable puñado de actores (Ernesto Arias, Miguel Fernández, Elisabet Gelabert, Chema Muñoz y Lidia Otón). Miguel ha traído a nuestros días y a un lugar indeterminado que puede ser cualquier parte la historia de unos personajes absolutamente reconocibles y dibujados con precisión de miniaturista. Hastío, ambición, deseo, nihilismo, desamor, inconformismo... Son trazos que van definiendo el lienzo fascinante pintado por el director sobre un espacio escénico tan esquemático como evocador, con el público dispuesto alrededor como sucedía en La función por hacer. La cercanía de los espectadores es una de las claves del trabajo de Miguel en este espectáculo luminoso, con radiantes relámpagos e interpretado en una altísima tesitura por un afinadísimo conjunto de actores. Es mucho lo que se les exige y su respuesta es sobresaliente. No cabe ninguna duda de que Miguel del Arco es ya uno de los más importantes directores de nuestra escena... Solo espero, como amante del musical, que esta faceta no le impida volver a interpretar algún título del género... Pero mucho me temo que va a ser difícil.

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