«Muda», de Pablo Messiez

He ido con mi sobrino Pablo a ver «Muda», de Pablo Messiez, un dramaturgo argentino que en apenas dos o tres años se ha abierto camino en el panorama escénico madrileño gracias a montajes como «Los ojos». «Ahora», «Las criadas» y este que ha recuperado El sol de York. Pablo (mi sobrino) está haciendo un curso con Pablo (Messiez) y a lo largo de la función me preguntó una o dos veces si me estaba gustando. Al final, nervioso, me lo volvió a preguntar. «¿Te ha gustado?» Se quedó aliviado cuando le dije que sí; a lo largo de estos meses ha ido creciendo su admiración por Messiez, uno de sus grandes referentes teatrales, y sentía el montaje como algo de alguna manera suyo.

«Muda» es un ejemplo perfecto de teatro pequeño, simple, cotidiano... De teatro de sala de estar (ahí me la imagino idealmente representada) Tres actores, apenas cuatro o cinco elementos escenográficos, y una bella historia de afectos, soledades, ausencias, abandonos. La mejor virtud de Pablo Messiez es la poesía que deposita en sus textos, en sus personajes. Una poesía natural, desprovista de afectación, que se posa en los espectadores como una lluvia fina y refrescante. Una poesía que acaricia -y en ocasiones araña- desde su simplicidad; una poesía dicha por personajes derrotados, rotos, pero con una luz de esperanza brillando en sus vidas. Una luz de amanecer, tibia y frágil, pero que se adivina creciente.

Toda esta poesía puesta en una función teatral robusta, con personajes que se dibujan con trazos ligeros pero reveladores; personajes desamparados que buscan cariño (al fin y al cabo lo que buscamos todos), cada uno a su manera, desde su desesperación, y con varios giros sorprendentes en la acción.

Los tres actores son cómplices fundamentales del éxito. Fernanda Orazi es un rayo; llena de luz y de electricidad, con varios monólogos efervescentes y llenos de humor que esconden el patetismo de su personaje. Marianela Pensado (para mi gusto demasiado huraña al principio) sabe escuchar en silencio, algo muy difícil en el teatro, y Óscar Velado equilibra la rudeza y la dulzura que necesita su personaje. Solo eché de menos unas transiciones menos bruscas. Una función excelente. 

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