Merche Esmeralda

El Real Conservatorio Profesional de Danza Mariemma ha dedicado un sencillo, pequeño pero muy cariñoso y emotivo homenaje a Merche Esmeralda, que se jubila como profesora de dicho centro. Los responsables del Conservatorio saben de mi enorme cariño y admiración por Merche y me invitaron a decir unas palabras. Lo hice encantado. Merche es una persona muy especial en mi vida, por muchas razones, a la que admiro y quiero y con la que me une -yo lo siento así- un lazo muy estrecho por mucho tiempo que pase sin vernos. Pude, además, comprobar, el cariño que los profesores y sus alumnos le tienen. Merche se jubila, pero es imposible que abandone su magisterio, porque ella es, en sí misma, una maestra. Quiero compartir con vosotros parte de las palabras que dije en el homenaje. 

Conocí a Merche Esmeralda una mañana de diciembre de 1986, en los sótanos del Teatro Real. Allí estaba entonces, además del Conservatorio, la sede del Ballet Nacional de España; y allí se celebraban los ensayos de un ballet titulado Los Tarantos, en el que interpretaba a la madre. Antes de encontrarme con ella, Luis Lorente, el jefe de prensa del Ballet Nacional por entonces, me dijo: “La compañía la adora. Es todavía mejor persona que bailarina”. Esa fue su carta de presentación. Luego comprobé que Luis tenía razón. Merche es una extraordinaria bailarina –aunque se jubile, nunca de serlo, porque eso es una cualidad que nunca se pierde-, pero es sobre todo un ser humano maravilloso. Me lo ha demostrado muchas veces a lo largo de estos más de veinticinco años de amistad. No se me olvidará el día en que murió mi padre; en cuanto se enteró, corrió hacia el tanatorio para estar conmigo y apoyarme. Y así una y otra vez; en ocasiones han pasado muchos meses, incluso años, sin vernos, pero al reunirnos me he encontrado la misma mirada iluminada y sonriente de siempre.

Desde aquel día de diciembre de 1986, Merche Esmeralda ha formado parte de mi vida. La he querido –la quiero- y la he admirado –la admiro-. He vivido junto a ella momentos muy especiales, como su debut con Medea en el Metropolitan de Nueva York –donde obtuvo un éxito arrollador-, y otra Medea seguro que para ella también inolvidable, en Sevilla. El Ballet Nacional actuaba en los Reales Alcázares; Merche llevaba varios años sin bailar en su tierra, y aquella era una ocasión especial, porque volvía convertida en estrella de la primera compañía del país. Si no recuerdo mal, la primera función (eran al aire libre) no se pudo celebrar porque cayó sobre Sevilla una tremenda tromba de agua. Al día siguiente, Merche bailó Medea como yo no la he visto jamás, y la puedo haber visto bailar este papel quince veces fácilmente. 

Para mí, aquella estancia en Sevilla fue más que especial, porque Merche me llevó (además era el 24 de septiembre, día de Nuestra Señora de la Merced, su santo) a conocer Sevilla y, entre otros lugares, fuimos al tablao Los Gallos, en la plaza de Santa Cruz, donde ella había bailado.  Y es que en Sevilla, decía ella, los artistas crecen como clavelitos. He tenido la suerte, también, de viajar con ella y con el Ballet Nacional a ciudades como Moscú y Nueva York, de ayudarle en las audiciones cuando estaba formando el Ballet Región de Murcia, que dirigió durante un par de años, y que fue una magnífica compañía; de acompañarle en los ensayos y cuando se estrenó, primero en Murcia y después en Madrid.

Merche es una bailarina preciosa, porque es una mujer preciosa por dentro y por fuera. En 1971, alguien escribió en mi periódico, ABC, unas palabras que os quiero leer: “Se llama Mercedes Rodríguez Gamero y es una sevillana de 20 años que destaca en los conjuntos del tablao flamenco. Aprendió el arte con Enrique El Cojo y a los catorce años ya bordaba sevillanas y tanguillos en los locales adonde va la afición. Ha pasado por la parrilla del Hotel Cristina, por las Brujas y ahora está en Los Gallos, en su ciudad, en la incomparable Sevilla. Ha pasado por los Festivales de Cante y Baile de Andalucía y fue premiada en el Concurso Nacional de Flamenco de Córdoba. Pero Merche Esmeralda es un problema. Los entendidos apenas sí pueden apreciar su arte, de tanto admirar la belleza de esta chiquilla, que es una de las mujeres más guapas de España. Y, por si fuera poco, a Merche se le nota que ha estudiado baile clásico. Que sus giros, sus posturas, sus pasos, tienen, además del ángel de su tierra, un poso y una técnica de Academia. La gracia y el estilo de Merche le han abierto hoy justo lugar en nuestras páginas de la popularidad”.

Tengo dos recuerdos imborrables de Merche. Uno es verla bailar por vez primera su maravillosa Soleá, con su preciosa bata de cola fucsia, con ese cambré increíble, que hacía que solo con verlo te doliera la espalda. Y otro, viendo Medea entre cajas: cuando Medea acaba de matar a sus hijos mira a Jasón exigiéndole que guarde silencio, y Merche miraba a su partenaire –creo que esa vez era José Antonio- con unos ojos tan crueles que daban miedo.
En nuestra primera entrevista, Merche me dijo: “Si volviera a nacer volvería a bailar porque es lo único para lo que sé vivir”. Gracias, Merche, por bailar; gracias, Merche, por vivir

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