El crédito, con Carlos Hipólito y Luis Merlo

Esta temporada, los estrenos importantes han esperado hasta octubre. Del mes de septiembre en la cartelera teatral madrileña podemos hablar como «la pretemporada» en la que, como en el fútbol, ha habido estrenos ligeros, para que los espectadores vayan cogiendo la forma, y alguna que otra cita de cierto nivel para medir la exigencia del público.

Pero lo gordo acaba de llegar. Y entre las funciones de peso, esas que suben la temperatura teatral de la ciudad, se encuentra «El crédito», un texto de Jordi Galcerán, dirigido por Gerardo Vera e interpretado por Carlos Hipólito y Luis Merlo. Usando ahora la terminología taurina, un mano a mano entre dos primeros espadas de nuestro teatro (va por tí, Charito). Hay que decir antes que nada que la función, estrenada hace escasamente quince días, está llenando todos los días; según me dijo Carlos Hipólito, tienen todo el papel vendido hasta mediados de noviembre. Eso es extraordinario en cualquier momento, pero en estos aciagos tiempos para el teatro, es casi un milagro. Comprensible, pero milagro al fin y al cabo.

Jordi Galcerán es uno de los autores más relevantes del teatro español. Autor de uno de los grandes éxitos internacionales de los últimos años, «El método Grönholm», posee ideas brillantes, tiene un extraordinario dominio del diálogo y la carpintería teatral, y además escribe sin complejos. Sus textos son directos, francos, sus personajes están dibujados con precisión, y controla el tempo necesariio para atrapar al público.

Conocí «El crédito» hace unos meses; lo pude leer gracias a Tamzin Townsend después de que el texto ganara un torneo de dramaturgia. Me gustó mucho. Galcerán lo ha alargado (la primera versión duraba media hora aproximadamente) para llevarla al escenario. Una situación habitual -un hombre solicita un crédito en el banco- se vuelve insólita cuando se le deniega el crédito y su reacción es amenazar al director del banco (con toda la tranquilidad del mundo, eso sí) con seducir a su mujer y acostarse con ella. A partir de ahí, la situación se retuerce una y otra vez hasta desembocar en un inesperado final.

La función es ágil, divertidísima. Hay quizás un momento -coincido con mi admirado Marcos Ordóñez-, cuando uno de los personajes se pone en las manos del otro, en que pierde pie, pero pronto recupera el equilibrio y avanza sin titubeos hasta el final. Gerardo Vera, avezado lobo de mar de nuestra escena, plantea una inteligente puesta en escena: limpia, llana, bien subrayada por la música y las luces, y siempre a favor del texto y de la interpretación.

Y este capítulo merece punto y aparte. Para hablar de Carlos Hipólito habría que utilizar siempre mayúsculas. Como me parece algo incómodo para el lector, prefiero ponerme de pie y escribir de él en esta postura. Si hay alguna errata es por eso, disculpadme. Carlos (para quienes no le conozcan, una persona de esas que te llevarías a casa, que de divo tiene la zeta; es decir, nada) posee la rara facultad de conseguir que parezca que los personajes que interpreta los han escrito para él. En «El crédito» interpreta al incrédulo director de banco, y transita por los distintos estados emocionales del personaje -perplejidad, ira, angustia, desesperación- con una asombrosa (aunque ya no asombre) naturalidad.

Luis Merlo siempre me ha parecido un soberbio actor; y hay que serlo para dar la réplica y mantener el listón de la tensión siempre alto. Su pedigüeño es un hombre ingenioso, aparentemente seguro y lleno de misterios, y él dibuja cada doblez con la comicidad justa. Entre ambos, además, hay una química que convierte la función en un diálogo de alto voltaje. Muy, muy, muy recomendable. 

La foto es de mi amigo y excelente fotógrafo Ignacio Gil

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