Dos Ninas para un Chéjov

Me encantan, sería absurdo negarlo, las superproducciones teatrales. Disfruto mucho con ellas, siempre y cuando sean algo más que fuegos artificiales. Pero encuentro cada vez más placer en las miniaturas, en las pequeñas funciones sin más pretensión que contar una historia y destapar un trocito del alma humana; ésa es la esencia del teatro. Y Dos Ninas para un Chéjov es una obra esencial: una declaración de amor al teatro y al ser humano; a su ilusión, a su generosidad, a su fantasía, a su entrega...

Me habían advertido: no te pierdas Dos Ninas para un Chéjov. No tuve la oportunidad de verla en La Belloch, pero sí en su regreso, en La casa de la Portera. Dos actrices esperan su turno para una audición de Nina, el papel protagonista de «La gaviota». Una de ellas es muy joven; traduce sus nervios en atolondramiento, en verborrea. La otra es más veterana, y busca el silencio y la concentración. La primera es todo ilusión, fe en el futuro, ingenuidad. La segunda está resabiada; dice poco, pero sus miradas y su malhumor son más que elocuentes.

María García de Oteyza dirige un texto que ella misma ha escrito junto a Rocío Literas. La función -dos actrices y su palabra- encuentra en la intimidad y la complicidad de La Casa de la Portera su marco ideal. Dura apenas tres cuartos de hora; no hace falta más. Nos da tiempo más que suficiente para que conozcamos a las dos mujeres, para que empaticemos con ellas y, finalmente, para que nos encariñemos de las dos, porque en cada una hay un poquito de nosotros; de quienes somos y de quienes pudimos ser. 

Miriam Montilla, una actriz mayúscula a la que le sientan muy bien las distancias cortas, le regala la serenidad de su mirada, grisácea y melancólica, a la Nina veterana y ofrece un trabajo matizado y admirable. El rostro de Andrea Trepat, por su parte, está iluminado por el brillo de la ilusión; sus desordenados monólogos están dibujados con abundantes pinceladas de color, y hasta se diría que se escucha su latir acelerado. Ambas son la cara y la cruz de una misma moneda, las arrugas vividas y por vivir de una actriz. No os la perdáis.

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