Ballet Nacional: Nostalgia y modernidad


El Ballet Nacional es, por repertorio y singularidad, una de las joyas de la cultura española. Depositario de una herencia única, tiene también el reto de coser en sus espectáculos nostalgia y contemporaneidad. Lo sabe bien José Antonio, su director actual, que para cerrar las celebraciones del XXX aniversario de la compañía (creada en 1978) ha elaborado un atractivo y rico programa lleno de guiños nostálgicos que el día del estreno arrancó más de una lágrima. Había en los pasillos del teatro de la Zarzuela, a la conclusión de la gala, tanta emoción y efusividad que no hubiera extrañado que el Ministerio de Sanidad los clausurara por contravenir todas las normas de prevención de la gripe A.
Sobre el escenario hubo también mucha emoción y mucho, mucho arte. Tiene razón José Antonio al decir que no podía faltar en esta celebración «Bodas de sangre». No hay en la danza española una coreografía con mayor inteligencia y genialidad. Antonio Gades dictó una soberbia lección de profundidad, sabiduría y buen gusto que hoy sigue sorprendiendo y admirando. E igual sensación deja la contemplación de «Ritmos», un ballet que hizo historia y que no ha perdido juventud ni frescura.
Fue también emocionante ver cómo la clase no entiende de edades. Merche Esmeralda, una de esas artistas cuyo nombre debería escribirse siempre con mayúsculas, llenó de señorío y calidad su «Medea» -un papel que le valió en su día en Nueva York ser comparada con la Callas-; le acompañó José Antonio, todavía con fuego en las botas. La magia inacabable de Lola Greco; el arrojo, la bravura y la brillantez de Antonio Márquez, un Fausto que ha decidido no envejecer; la distinción de Maribel Gallardo; la gallardía de Carlos Rodríguez; la categoría de Lupe Gómez y la serenidad de Ana María Bueno hicieron de la larga gala una velada inolvidable.
Lo mejor: comprobar que el Ballet Nacional sigue vivo y que dentro de sus filas hay jóvenes con mucha calidad, como Esther Jurado, Cristina Gómez, Sergio García, Miguel Ángel Corbacho o Jesús Carmona, que brilló con luz propia en su comprometidísima «Alborada del gracioso».

ABC, 12-IX-2009

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