Carmen Machi

Hablé de ella el otro día, cuando me refería a la entrega de los premios ABC de Teatro, y hoy quiero volver a hacerlo, todavía emocionado con su creación de Harriet, la protagonista de "La tortuga de Darwin". Me refiero, claro, a Carmen Machi, una actriz sobresaliente y una mujer de una naturalidad y simpatía arrolladoras. Aparece en escena con la mirada anciana, el cuerpo encorvado, los pies perezosos y arrastrados, las manos trémulas. Habla con voz fatigada, arañada en sus tonos atiplados… Y desde el primer momento cautiva por la ingenuidad de su relato, por la bondad que transmite con sus movimientos lánguidos, parsimoniosos. Dice Carmen Machi que cada día encuentra más motivos para querer a esta tortuga, que nació a principios del siglo XIX y que, a punto de cumplir doscientos años, sólo quiere volver a las Islas Galápagos. Dice Carmen Machi que este bichito le ha dado un sinfín de alegrías, que en su carrera habrá un antes y un después de la tortuga de Darwin. Y no exagera, porque detrás de la resignada existencia de este quelonio, que achaca su longevidad a su capacidad de adaptación, hay un trabajo asombroso y fascinante, tanto físico como emocional. Mucha responsabilidad tiene Juan Mayorga, que ha escrito un texto inteligente, que endulza con un fino sentido del humor las cargas de profundidad que coloca en el escenario y que hablan de los peores defectos del ser humano, incapaz de aprender de sus errores. La tortuga Harriet concluye su relato histórico en 1989, con la caída del muro de Berlín; desde entonces, argumenta, no ha pasado nada nuevo. Desde entonces se han sucedido idénticos desastres, idénticas tropelías, el ser humano ha cometido los mismos errores… Y un error sería perderse –sólo estará en La Abadía hasta el próximo domingo, 8 de noviembre- esta función, “La tortuga de Darwin”, con la que una gran actriz sale del caparazón definitivamente.

Comentarios

Entradas populares