Tamara Rojo y María Pagés

Cada una de estas dos artistas merece una entrada propia, y la tendrán pronto porque son artistas de muchos, muchos kilates. El viernes pasado coincidieron por segunda vez en el Teatro Real; en esta ocasión, como protagonistas de la gala inaugural de la presidencia española de la Unión Europea. No era, por tanto, un espectáculo en sí, sino una pincelada cultural que enseñar a Europa. Y los que de algún modo nos dedicamos a la danza deberíamos estar orgullosos de que haya sido este arte el elegido como escaparate de nuestra cultura.
El acto, muy solemne, obligó al público (a los que cumplimos con el protocolo) a estar sentados en nuestras butacas media hora antes del inicio previsto. Además, hubo que someterse a controles de seguridad adicionales. Gajes del oficio.
No tenía una buena entrada, pero arqueando el cuello pude ver el escenario con cierta claridad, y volví a quedar fascinado por la inigualable clase de Tamara Rojo. La conozco desde hace más de quince años, cuando dio sus primeros pasos profesionales en la compañía de Víctor Ullate. Estuve con ella en alguna de sus primeras galas internacionales, y compartí varias de sus primeras funciones en Londres, en el English National Ballet (incluso pasé una nochevieja en la capital británica con ella, sus padres y Ricardo Cué). Es una bailarina portentosa, una magnífica artista y una mujer de una fortaleza mental y emocional asombrosas. Siempre ha tenido un norte muy claro: ser la mejor; probablemente no haya sido tanto una cuestión de competencia como de afán de perfección. Su trabajo es incansable, siempre en busca de la excelencia artística, y en los últimos años ha querido devolver a través de clases, de conferencias, de galas, todo lo que el arte de la danza le ha dado a ella.
María Pagés es una artista sabia, una mujer que ha sabido poner en su paleta colores flamencos y colores de otros mundos para lograr lienzos de una belleza singular. Bailar, por ejemplo, Singin' in the rain con acento flamenco está al alcance de muy pocos. Es una creadora imaginativa, respetuosa e inquieta al tiempo, que ha puesto el baile flamenco en una nueva vía. Desinhibida pero fiel a su esencia, ha conquistado el corazón de artistas como Mikhail Baryshnikov, que se ha rendido a la calidad y la profundidad del flamenco de María Pagés.
Foto: Javier del Real

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