María Rosa

Antes de nada, quiero disculparme ante todos los que, generosamente, seguís este blog por haberlo desatendido durante varios días. Ha sido cuestión de tiempo, fundamentalmente, y espero ponerme al día y compensaros en los próximos días
Hace muchos años que conozco a María Rosa, y no quise perderme, hace unos días, el homenaje que le tributó el mundo de la danza española, organizado por un grupo de antiguos integrantes de su ballet, para celebrar cincuenta años de trayectoria. Allí me encontré con muchos veteranos de este arte -confieso que siento un especial cariño por ellos-, cada vez más diluido ante la fuerza devoradora del flamenco y la búsqueda de nuevas formas de expresión en los artistas más jóvenes. Sobre el escenario, varias generaciones de bailarines que han pasado por el Ballet de María Rosa; y es que esta mujer siempre sonriente ha dado cobijo en su compañía a muchos artistas, y ha demostrado siempre una habilidad especial para descubrir talentos. La gala, en lo artístico, tuvo altibajos, duró demasiado y hubo falta de ritmo; pero era mucho más importante el factor emotivo, y hubo mucha, pero que mucha emoción en escena, con una buena cantidad de artistas que volvieron a sentir el adictivo perfume de las tablas.
Fue, en definitiva, una fiesta en la que hubo un recuerdo muy especial para Antonio Ruiz Soler. No podía ser de otra manera, porque Antonio resultó fundamental en la vida artística de María Rosa... Y ella en la de él. 
Yo conocí a Antonio gracias a María Rosa. En el ABC que dirigía Luis María Anson estaba prácticamente vetado por su insistencia en declararse padre de no de los hijos de la duquesa de Alba, y yo no había tenido ocasión de entrevistarle. Le conocí en su casa de La Florida, pegada a la de Paloma San Basilio; me llamó la atención la reproducción del Picasso que tenía en el fondo de su piscina y el evidente deterioro de una persona que había sido una de las más grandes figuras de la historia de la danza. A Antonio le había dado mucha gente la espalda; el exceso de su personaje «marbellí» había oscurecido su grandeza, y me consta que fueron legión los que se aprovecharon de él. Sé también que él no fue inocente en el alejamiento de tanta gente... Tan sólo le cuidaban su sobrino (Paco Yust, me recuerda mi amiga Virginia) y unas pocas personas más. Entre ellas María Rosa. Compartí con ellos varias veladas, alguna muy singular, en las que comprobé lo mucho que ella admiraba a Antonio, lo mucho que le cuidaba y lo mucho que se preocupaba por él. 
Me alegró ver el otro día a tanta gente sobre el escenario, dándole a María Rosa el cariño que se merece, volviendo a calzarse la zapatilla o el zapato para, de una manera u otra, poner su parte en un homenaje a una artista y una mujer ejemplar en tantos aspectos.

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