Londres (I)

Le había prometido hace mucho tiempo a mi sobrino Pablo que le llevaría a Londres, pero por distintas circunstancias no hemos podido hacer el viaje hasta ahora. Pablo quiere ser director teatral, así que además de callejear hemos pasado muchas horas sentados en la butaca de un teatro. Han sido cinco espectáculos, muy distintos todos entre sí: tres musicales (Ghost, Billy Elliot y Road Show) y dos obras de texto (All's well that ends well, de Shakespeare, y Betrayal, de Harold Pinter). Y es que Londres, al contrario que Madrid, no cierra sus teatros en agosto; y no solo eso, sino que además de que la oferta es variada y extraordinaria, es muy frecuente ver el cartel de Sold Out (No hay entradas) en las puertas de las salas. Una verdadera envidia.
Me quiero referir hoy en primer lugar a Betrayal (Traición), una obra de Harold Pinter que podrá verse el mes que viene en el teatro Español, y que vi en el Comedy Theatre, una sala cercana a Piccadilly que se abrió en 1881 y que en las últimas décadas ha estado muy vinculado al dramaturgo y premio Nobel británico. En el teatro estaban también dos jóvenes actores españoles, Irene Escolar y Martín Rivas. Ian Rickson, durante muchos años responsable del Royal Court Theatre, ha dirigido la función, interpretada por Kristin Scott-Thomas, Douglas Henshall y Ben Miles (con una pronunciación tan clara que a pesar de mi inglés básico pude seguir sin problemas prácticamente todo el texto).
Traición es un texto fascinante, que narra un triángulo amoroso entre una mujer, su marido y su amante, uno de los mejores amigos del primero. Su singularidad es que Pinter cuenta la historia hacia atrás; es decir, la obra arranca en 1977, con la relación adúltera ya concluida, y termina en 1968, en los albores de dicha relación. El relato, de inspiración autobiográfica, da pie a unos diálogos llenos de tensión, donde la hipocresía, las medias verdades y los susurros son los elementos dominantes. Rickson subraya este clima tirante y angustioso (la escena del hotel en Venecia es magnética) con un montaje de trazas clásicas apoyado casi exclusivamente en la interpretación. Y aquí es donde Kristin Scott-Thomas emerge como la gran estrella que es. No solo admira su exquisita dicción (algo que en el teatro británico parece seguir siendo afortunadamente imprescindible), su elegancia y su distinción personal, sino la infinita cantidad de colores y matices que le regala a Emma, su personaje, al que dota del acento adecuado para cada situación. La regresión de su personaje es absolutamente magnífica y solo por esta cautivadora actriz hubiera merecido la pena ver esta sobresaliente función, que ha tenido el aplauso unánime del público y la crítica.

Comentarios

  1. Qué envidia! Teatro en Londres. Además Kristin Scott- Thomas me encanta.

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