Cuatro estaciones y un día

Por razones obvias -allí he estrenado, ya lo sabéis casi todos, mi primera y hasta ahora única pieza teatral-, siento algo especial por la sala de Microteatro por dinero; he vuelto para ver la obra que están intepretando este mes de marzo, los lunes y los martes, Sergio Mur, Alicia Rubio y  Sara Martín. Se titula «Cuatro estaciones y un día», el texto es de María Inés González y Miguel Ángel Cárcano, este último también director de la función.
A Sergio Mur lo conocí fuera del ámbito profesional; le había visto en «Closer», junto a Belén Rueda, José Luis García Pérez y Lidia Navarro, pero nuestro primer encuentro fue en torno a una mesa y con los lobos de Castronegro acechando. Y eso ha creado una complicidad entre nosotros, que avivó mi interés en verle en la sala grande de Microteatro.
«Cuatro estaciones y un día» narra la historia de un trío. Hasta ahí, nada nuevo. La cama de una habitación de hotel, situada en el centro de la sala, es el ámbito donde se desarrolla la relación entre Pilar, Marta y Manuel: una relación también al uso. Manuel tiene a Marta como novia oficial y a Pilar como amante, y él no quiere renunciar a esta situación, que se prolonga durante un año, con vaivenes distintos, hasta el sorpresivo-pero-menos desenlace final.
El humor es una constante de esta función, con personajes al tiempo estereotipados y reconocibles, vivos. Los tres actores les prestan la carne necesaria y el público ríe sonoramente ante las excusas bobaliconas y absolutamente increíbles de Manuel y ante la reacción de las dos mujeres; un giro final pone el broche a una obra entretenida y hecha con calidad.
Todo ello en ese ambiente tan particular que se vive en el Microteatro, donde la respiración de actores y público se confunde, y donde se viven las historias de otra manera (los comentarios hacia lo que les pasa a los actores es una constante en sus salas). «En comedias como ésta y en lugares como éste -me decía Sergio Mur tras la representación- se debe acentuar la concentración para no dejarse llevar por las risas del público; se corre el peligro entonces de caricaturizar a los personajes».

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