Claudio, tío de Hamlet

Por fin he podido ver Claudio, tío de Hamlet, un montaje por el que tenía mucho interés. No pudo estrenarse en su momento en la sala Kubik Fabrik y vio la luz hace un par de meses en el Matadero. La he visto en El Sol de York, una sala que desde que nació, a finales del año pasado, ha mostrado su buen hacer y el entusiasmo de quienes la regentan, con Javier Ortiz, antiguo y fugaz compañero de redacción en ABC, a su frente. El sábado por la tarde, cuando la vi, apenas éramos una veintena de espectadores, y es una verdadera lástima, porque esta visión del clásico de Shakespeare merece mucho la pena, y por varias razones.

Antonio Castro Guijosa y Ozkar Galán son los autores del texto, naturalmente a partir de Hamlet, y el primero dirige la función. El planteamiento es sencillo: Claudio es, en el original shakespeariano, el villano, el hombre ambicioso de poder, capaz de matar a su hermano y casarse con su viuda para acceder al trono. La historia la conocemos, pero ¿qué pasaría si fuera el propio Claudio quien nos la contara? Es lo que plantea este espectáculo sencillo, creado con la economía de medios habitual de estos tiempos: tres actores (Ernesto Arias, Eduardo Mayo y Verónica Ronda) encarnan a cinco personajes: Claudio, Hamlet, Yorick, Gertrudis y Ofelia.

El texto, salpicado de humor (con ingeniosos anacronismos, que lo entroncan además con la actualidad)  es inteligente, y circula a medio camino entre lo cotidiano y lo ampuloso de la época. Apenas unos detalles, especialmente en el vestuario, nos llevan al Elsinor que imaginó su autor. Vemos lo que Shakespeare no contó, lo que tal vez imaginó, lo que dio por hecho. Claudio se nos presenta como un hombre de Estado, que todo lo hace por el bien de su pueblo, que es capaz de cometer un crimen y de casarse con su cuñada pensando en ellos y en su bienestar. Frente a ello, Hamlet es un loco digno hijo de su padre, Gertrudis una mujer ambiciosa y Ofelia una pobre ilusa y desgraciada. Y Yorick, la conciencia y el narrador de la historia. Hasta que todo vuelve al camino que Shakespeare trazó para la historia.

El espectáculo tiene ritmo, atractivo, magnetismo y agilidad, gracias a una dirección clara y, sobre todo, a tres intérpretes extraordinarios. Ernesto Arias le otorga su jerarquía y su sabiduría a Claudio; Eduardo Mayo es irónico en Yorick y atormentado en Hamlet, mientras que Verónica Ronda llena de colores distintos a sus dos personajes, Gertrudis y Ofelia. Los tres dibujan cientos de matices sin estridencias. Espero que el espectáculo regrese a la cartelera madrileña y lo pueda disfrutar mucho más público que el que lo hizo el sábado.

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