Mitad y mitad

Tenía pendiente desde hace tiempo ver Mitad y mitad, la obra de Jordi Sánchez y Pep Antón Gómez que protagonizan Fernando Tejero y Pepón Nieto en el teatro de La Latina. Fui el viernes, con mi amiga Rocío. Me satisfizo ver el teatro prácticamente lleno tres meses después de su estreno, con mucha gente joven en el público (las promociones y los descuentos tienes seguro mucho que ver en ello) y muchas ganas de pasárselo bien.

Mitad y mitad se estrenó en Madrid hace unos años con otro título, Hijos de mamá, con Jorge Sanz y Quique San Francisco. Es una comedia negra que entronca con la gran tradición que este género tiene en el teatro español. Una madre moribunda, dos hermanastros con caracteres opuestos, una supuesta herencia... Los ingredientes son los ideales para cocinar este gazpacho ligero, refrescante, de sabor andaluz (Tejero es cordobés y Nieto malagueño) y acento catalán (los dos autores).

La obra ofrece lo que promete. Muchas risas, situaciones hilarantes por disparatadas, y dos personajes estereotipados y deformados por los espejos del callejón del Gato en los que es fácil que nos veamos  reflejados en algún momento. Fernando Tejero es Juan, el mayor, un hombre aparentemente seguro y con la vida resuelta. Pepón Nieto es Carlitos, maestro, que ha sacrificado los últimos años de su vida para cuidar a su madre, postrada en cama con una embolia. Uno es un enredador, el otro un ingenuo. Son la cara y cruz de la moneda... O tal vez no. Finalmente, nos encontramos con dos supervivientes, dos miserables que tratan de estafarse el uno al otro a cuentas de la presunta herencia de su madre, y terminan escaldados.

Dirige el propio Pep Antón Gómez, cuyo último trabajo en Madrid fue, si no estoy equivocado, Sexos, también con Pepón Nieto en el reparto. Conoce bien los recursos de la comedia, presentada de manera trepidante y sin más descansos para las mandíbulas del espectador que las transiciones entre escenas. Los dos actores la sirven con acierto y comicidad, y el resultado es tan previsible como satisfactorio. Teatro para reír y, si se quiere, rascar un poco en la mezquindad de la condición humana.

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