María Dolores Pradera

Hace muchos años -tendría yo once o doce-, mi padre le compró a mi madre, gran aficionada al teatro, un precioso libro titulado «25 años de teatro en España», sobre la labor del recordado José Tamayo (años más tarde, el libro lo heredé yo, y se lo llevé a Tamayo para que lo firmara). Es un precioso volumen lleno de fotografías, que a mí me encantaba ver (aún lo hago de vez en cuando, en ocasiones con mi sobrino Pablo, que lo heredará). Entre las fotografías que más me llamaban la atención y me gustaban había una de «Cyrano de Bergerac», que Tamayo dirigió en 1955. En ella aparecía en primer término Roxana: María Dolores Pradera. Me encantaba la expresión dulce y apacible de la actriz, me parecía bellísima con los hombros desnudos y la mirada sonriente y turbada. Por entonces, supongo que su cara me sonaría vagamente, pero lo que sí recuerdo es la admiración con la que mi madre hablaba de ella. «Era una actriz extraordinaria -decía-, como José María Rodero en mujer». Como José María Rodero... Palabras mayores.

Siempre he sentido que aquella mujer, a quien mi madre tanto admiraba, dejara el teatro, y lamento no haberla podido ver en esa faceta. Prefirió dedicarse a la música, pero en sus canciones, me reconoció hace unos días, queda el rastro de la actriz que fue. «En México me conocen como una actriz que canta, y yo creo que tienen razón».

No conozco a nadie que no admire a María Dolores Pradera. Hace aproximadamente un año, tuve ocasión de conocerla -había hablado tiempo atrás con ella por teléfono-, con motivo de la edición de un disco, «Gracias a vosotros», en el que un puñado de artistas cantaba a dúo con ella. Cuatro o cinco compañeros y yo nos reunimos en el hotel Holiday Inn para entrevistarla; su delicado estado de salud no la permitía recibirnos uno por uno. A todos nos pareció una mujer adorable: Simpática, sonriente, generosa, expresiva, sincera, divertida, elegante... Incluso nos cantó las «Mañanitas»; creo que surgió porque nos comentó que se lo había cantado por su cumpleaños a uno de los artistas con los que había grabado, y uno de mis compañeros se inventó que era el suyo para arrancarle la canción. A su lado, siempre atenta, su ángel de la guarda, Nieves García,

Este año, María Dolores Pradera ha sacado un segundo volumen de dúos (estoy seguro de que, con el cariño que se la profesa en el mundo de la música, tendría para al menos diez), y repetí entrevista, también en grupo. Resultó igual de grata, aunque esta vez no hubo «Mañanitas»; y bien que lo siento, porque esta vez sí llevaba la grabadora preparada, no como el año pasado. «Su andar es quebradizo -escribí- y su apariencia frágil –tiene 89 años–, pero María Dolores Pradera exhibe una mirada luminosa y sonriente que delata su estado de ánimo: "estoy muy feliz", afirma con esa voz sosegada, elegante  y acogedora».

Se usan mucho los términos «dama» o «señora» para referirse a los artistas cuando la elegancia es una de las características que los define; pero a pocos les cuadra mejor ese título como a María Dolores Pradera, sin duda una auténtica aristócrata de nuestra música. Aunque me dijo que de momento no quería grabar un tercer disco de dúos, espero el año que viene sentarme junto a ella para hablar de ese disco. 

La foto es de mi compañero Ángel Navarrete

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