«El tesorero» en La casa de las pulgas


No creo demasiado en el teatro coyuntural, aquel que toma un acontecimiento (a menudo político) y lo convierte en una función. Se me viene ahora a la cabeza «Alejandro y Ana, lo que España no pudo ver del banquete de la hija del presidente», que significó el despegue de Animalario, y detrás del que estaban nombres tan ilustres de nuestra escena como Juan Mayorga y Juan Cavestany. A mí, particularmente, no me gustó nada aquella propuesta. Y recuerdo, de manera nebulosa, porque no me acuerdo del nombre del autor ni de ningún título, que hubo, en los primeros años de la Transición, comedias nostálgicas que cargaban contra los males que nos traía la democracia. 

Este tipo de teatro tiene las alas cortas, y deja además un poso muy leve. Puede ser muy divertido e ingenioso, sí, pero apenas deja huella en el espectador. Eso le ocurre a «El tesorero», una graciosa comedia escrita y dirigida por José Ignacio Tafé, que he visto en La pensión de las pulgas, interpretada por José Navar y Mario Tardón. Se cuenta en ella la peripecia de un político que ha sido nombrado ministro de Cultura y todas las corruptelas que trama para llevar a cabo un faraónico proyecto: un museo de la democracia; pero para llevarlas a cabo tendrá que pasar el filtro del tesorero.

La comedia está bien escrita, las escenas son atractivas, graciosas, pero al texto le falta sutileza. Todo está dibujado con trazo grueso, buscando llegar al público de manera directa, y las muchas balas que se disparan sobre la clase política terminan -así lo veo yo, al menos- siendo balas de fogueo.

Todo ello a pesar, insisto, de un texto divertido, bien dirigido por su propio autor y magníficamente interpretado por Mario Tardón (que interpreta al ministro de Cultura) y Jose Navar (que se desdobla en cuatro papeles, cada uno dibujado con distintos y precisos colores).


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