Juan Carlos Pérez de la Fuente, director del Teatro Español


Soy amigo de Juan Carlos Pérez de la Fuente, el nuevo director del Teatro Español, desde hace muchos años. Llevamos detrás muchas horas de largas conversaciones; la mayoría de ellas, como es lógico, sobre teatro, que es, lo puedo decir con absoluta seguridad, su vida. Literalmente. En los ocho años en que dirigió el Centro Dramático Nacional apenas pisaba su casa. Si querías encontrarle, tenías que ir al teatro María Guerrero. Allí, en su despacho, he quedado con él (y con Rosario Calleja, inseparable y fiel: el complemento perfecto) incluso un domingo por la noche para irnos después a cenar. Le he visto intoxicarse con la pintura de una de las escenografías (creo que era el «San Juan», de Max Aub) porque tenía que estar en escena en el momento del montaje. Delante de mí se rompió una mano durante los ensayos de «Puerta del Sol» al golpear, furioso, la mesa de dirección; pidió hielo, aguantó el dolor y el ensayo continuó durante al menos dos o tres horas más. Solo al terminar se fue a urgencias. Soy testigo de la dedicación que pone en cada montaje, de la pasión con que bucea por los textos y sus alrededores, de cómo busca y rebusca hasta encontrar el detalle (por ejemplo, las cientos de botellas de agua vacías que utilizó para la escenografía de «Orquesta de señoritas»).

Se toma en serio hasta los «amistosos»: hace unos años, le encargaron dirigir para «La noche de los teatros» una lectura dramatizada con textos de autores españoles en la que profesionales relacionados con el teatro que no fueran actores serían los intérpretes; yo estaba entre ellos, y conmigo otros periodistas, políticos, bailarines o cantantes populares. Podía haber hecho una faena de aliño y ya está, pero no: se empeñó en crear una exigente puesta en escena que le causó más de un quebradero de cabeza. Es, además, un director brillante, y ahí están para demostrarlo trabajos como «Fortunata y Jacinta», «Pelo de tormenta», «San Juan», «La fundación», «Historia de una escalera», «Cementerio de automóviles», «Carta de amor», «La vida es sueño», «Angelina o el honor de un brigadier», «El mágico prodigioso»..., hechas todas con amor de artesano, tesela a tesela...

Pero tiene un grave defecto: haber sido elegido por el Ayuntamiento de la muy impopular Ana Botella para dirigir el teatro Español después de haber pasado por un proceso de selección al que concurrieron veintisiete proyectos (y del que un comité profesional eligíó tres). Y la contestación -antes y después de su nombramiento- en las redes sociales y en medios «combativos» ha sido mayoritaria. Antes de sentarse en su nueva silla, ya la tiene llena de tachuelas. Le han dado -y le darán- a Juan Carlos todos los golpes que van dirigidos a Ana Botella.

Uno de ellos, que me duele especialmente, es el de los profesionales de la danza, a través de Emprendo Danza, una asociación de compañías, que le ha reprochado que en su proyecto artístico no contemple la danza. Y añado yo: ni las marionetas, ni el mimo, ni el musical, ni la ópera, ni la zarzuela... Su proyecto es un esquema, una base, con una idea clara, eso sí: la defensa del autor español, que quiere ser la columna vertebral de su programación.

Después de casi treinta años de profesión, no soy nada sospechoso de no defender con todas mis fuerzas a la danza y a sus profesionales. Lo he hecho y lo haré siempre. Pero creo que los reproches son tremendamente injustos. En primer lugar, porque en la programación del Teatro Español nunca ha habido un lugar para la danza; no recuerdo sino un puñado de espectáculos, y casi siempre integrados en un festival. Además, porque no han esperado a escucharle. El viernes, el mismo día de su nombramiento, le entrevisté en su casa y me habló de que quería que hubiese danza en el Matadero, e incluso me habló de dos ideas. Creo que yerran el tiro quienes quieren acusar a Juan Carlos Pérez de la Fuente y a su proyecto artístico para el Español de la terrible situación de la danza en España. Son otros los culpables. También la situación económica, claro.

Juan Carlos Pérez de la Fuente tiene cuatro años -poco tiempo me parece a mí- por delante para desarrollar su proyecto. A unos les gustará más y a otros menos. Tiene el precedente de Mario Gas, que puso el listón muy, muy alto. Y estoy convencido de que un buen puñado de los candidatos que presentaron también su proyecto hubieran desempeñado una buena labor al frente del Español. Pero creo que Juan Carlos estará a la altura -su trayectoria le avala- y merece, cuando menos, un voto de confianza.

La foto es de mi compañera Isabel Permuy

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