«Al final de la carretera», de Willy Russell


Willy Russell es un dramaturgo británico que cuenta con éxitos internacionales como «Educando a Rita», «Shirley Valentine» y el musical «Hermanos de sangre». «One for the road» es una comedia de mediados de los setenta, de las primeras que escribió. Traducida aquí como «Al final de la carretera», se ha presentado en el teatro Fernán Gómez, dentro de una gira que comenzó el pasado verano y que continúa estos días. La dirección es de Gabriel Olivares, sobre una versión de Juan Carlos Rubio, y los intérpretes son Melani Olivares Manu Baqueiro, Marina Sanjosé y Raúl Peña.

Todo sucede una noche, en el jardín posterior de una chalet en una urbanización de adosados. Allí se reúnen dos matrimonios para celebrar el cumpleaños del dueño de la casa. Cumple cuarenta años, una barrera que (y más en los años setenta), significa un antes y un después en la vida de muchos hombres. Willy Russell recurre a muchos tópicos, tanto en imágenes como en los personajes e incluso las situaciones- para desarrollar esta obra, una comedia amable y entretenida, que el adaptador y el director han trasladado a nuestra época y nuestro país.

La lucha entre lo que se quiere y lo que se puede, entre lo que se tiene y lo que se quiere tener, entre lo que se es y lo que se aparenta, abraza toda la comedia. La crisis de los cuarenta es la espita que abre los deseos inconfesados del protagonista, sus frustraciones, sus asignaturas pendientes. Lleva dentro un volcán a punto de entrar en erupción, y esta cena entre amigos hará que estalle. La versión de Juan Carlos Rubio logra que nada chirríe en un texto correcto pero no brillante.

Gabriel Olivares es un experimentado director de este tipo de comedias, aparentemente sencillas pero en las que el ritmo interno se hace absolutamente imprescindible. Dirige «Al final de la carretera» con habilidad, soltura y naturalidad, dejando respirar al texto y a los actores; solo los momentos de «alucinación» me parecieron innecesarios. Y cuenta con cuatro actores cumplidores, entre los que destaca Marina Sanjosé, que le da a su mandón personaje el punto justo para lograr el equilibrio entre realidad y caricatura.

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