«Amy»


A algunos os sorprenderá este post. He visto el documental «Amy», dirigido por Asif Kapadia. Se trata de un emocionante y desgarrador retrato (aunque se tarda en entrar en calor) de la cantante británica que, como recordaréis, murió hace poco más de cuatro años, el 23 de julio de 2011, con apenas veintisiete años. No me interesa tanto la película en sí, reveladora en muchos aspectos acerca de la artista, como el poso que deja el inteligente relato en el espectador.

Existe una imagen común acerca de Amy Winehouse como una mujer enganchada al alcohol y las drogas, que arruinaron su vida y provocaron su temprana muerte. Y el documental, realizado a través de imágenes inéditas o apenas conocidas y testimonios de personas muy cercanas a la cantante, reafirma esta imagen, pero pone el dedo en la llaga, sin acusar a nadie, de las distintas manos que, de una manera u otra, la terminaron de empujar hacia el abismo.

Amy Winehouse, evidentemente, fue en primer lugar víctima de sí misma. El documental no ahonda especialmente en la forja del carácter de la cantante -aunque sí da unas cuantas pistas para entenderlo-, pero hace un elocuente retrato del entorno y señala especialmente (así lo entendí yo) a dos personas como los principales y egoístas cómplices del proceso de autodestrucción de Amy. No diré quiénes son para no caer en el spoiler y porque espero que quienes vean el documental saquen sus propias consecuencias. 

Pero si por algo resulta conmovedora la película es por descubrir a una mujer extraordinariamente natural, que en la ceremonia de los Grammy en los que triunfó definitivamente (obtuvo cinco), y que tuvo que seguir a distancia, estaba más emocionada porque fuera su ídolo, Tony Bennett, quien anunciara su premio que por obtenerlo. El documental nos muestra también su soledad, su condición de confiada marioneta en manos de quienes creía que la querían, la cuidaban y la protegían, y finalmente solo buscaban su propio beneficio. Nos muestra a una mujer frágil y desorientada, que intenta nadar contracorriente en un mundo especialmente cruel.

Y pone el documental un dedo acusador -y esto me agitó especialmente- sobre unos medios de comunicación absolutamente despiadados. Las imágenes de Amy Winehouse saliendo de su casa o de la clínica de desintoxicación mientras un enjambre de paparazzi la fotografía sin compasión son terribles: ella aparece como un conejillo asustado, sus grandes ojos reflejando la incredulidad de la situación. También es muy significativo (y muy poco edificante) el trato que recibe por parte de algunos periodistas (entre ellos algún pope de la televisión internacional), que clavan impíos los dardos de su humor sobre lo que fue, al fin y a la postre, una enfermedad que la llevó a la muerte. 

«Amy» es un documental duro, que nos muestra la fragilidad y las miserias del ser humano (las evidentes y las que enmascaramos), que revela hasta qué punto puede llegar nuestra crueldad y nuestra avaricia, ejemplificado en una mujer, Amy Winehouse, poseedora de un excepcional talento que no supo administrar. Os recomiendo que vayáis a verlo.

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