Julio Bocca


Hace unas semanas, estuve en Montevideo invitado por Julio Bocca para asistir a la gala con la que el Ballet del Sodre de Montevideo -compañía que él dirige desde hace cinco años- celebraba sus ochenta años de historia -es la segunda compañía más antigua de Iberoamérica-. Conozco a Julio Bocca desde hace casi treinta años: lo ví bailar por vez primera en el teatro de La Zarzuela, en 1987, bailando el paso a dos de «El corsario» junto a Arantxa Argüelles, y al año siguiente le entrevisté cuando volvió para bailar de nuevo con el entonces Ballet del Teatro Lírico Nacional. He visto muy de cerca su evolución personal y como un chico con habituales actitudes de divo, dentro y fuera de la escena, se iba transformando en un hombre sensato. No ha perdido la timidez y el retraímiento, pero es un hombre de ideas claras, tanto en lo personal como lo artístico, y además con un notable criterio a la hora de dirigir.

Confieso que creí, cuando decidió colgar las zapatillas al cumplir los cuarenta años, que su retirada sería fugaz y parecida a la de tantos toreros que no terminan de marcharse nunca del ruedo. Creí que echaría de menos el escenario, teniendo en cuenta sobre todo que en los últimos años había empezado a disfrutar de verdad. Pero me equivoqué; no solo no ha vuelto sino que, según asegura, no lo echa de menos en ningún momento. Ha encontrado su felicidad en las salas de ensayo, trabajando junto a sus bailarines; en los despachos, programando ballets y temporadas.

Hace unos años, en Buenos Aires, pude comprobar lo mucho que había contribuido, con su talento y su carisma (y siempre gracias también a Lino Patalano, cómplice necesario de su carrera), a popularizar el ballet clásico en Argentina. Ver lleno, durante toda una semana, el mítico estadio de Luna Park, con 15.000 personas de aforo, para ver al Ballet Argentino, me dio verdadera envidia. 

Julio Bocca ha conseguido, en tan solo cinco años, revitalizar al Ballet del Sodre y convertirlo en una compañía sólida, capaz de afrontar retos complicados como todos los ballets de repertorio que han bailado, desde «La bayadera» a «Romeo y Julieta», o los estrenos absolutos de piezas como «Un tranvía llamado deseo» o «El Mesías». El respeto que merece su figura ha permitido que la jovencísima compañía pueda incorporar a su repertorio coreografías de Kenneth McMillan, Balanchine o Anthony Tudor, y que figuras como Natalia Makarova, Irek Mukhamedov o Willy Burmann hayan trabajado con la compañía.

No tengo ninguna duda de que Julio Bocca es una de las figuras más relevantes del mundo del ballet en nuestros días, especialmente en Iberoamérica. Su labor en estos tiempos en que cada vez escasean más las grandes compañías de ballet (y las que siguen lo hacen a menudo de forma menguante) es encomiable, y digna de agradecimiento.

La foto es de Santiago Barreiro

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