«Palabras encadenadas», de Jordi Galcerán, con Cristina Alcázar y Fran Boira



«Palabras encadenadas» es la prehistoria de Jordi Galcerán, uno de los más brillantes y reconocidos dramaturgos del teatro español actual. La escribió en 1995, antes de que consiguiera con «Dakota» el premio que supuso el primer peldaño en su exitosa trayectoria. Me satisface especialmente que el repertorio de los autores españoles contemporáneos se pasee por nuestros escenarios; muy especialmente el de Galcerán, un autor de una escritura ingeniosa e imaginativa, poseedor de una habilidad y un pulso dramáticos extraordinarios, conocedor además de la arquitectura teatral, algo que hoy en día no se tiene especialmente en cuenta, y que le entronca con los grandes nombres de la dramaturgia española del siglo XX.

Todo ello se ve en «Palabras encadenadas», un juego escénico de primera, lleno de tensión, drama, sorpresa; un palpitante duelo con dos personajes carnosos y encendidos lleno de posibilidades, que este desnudo y descarnado montaje que dirige con tino Juan Pedro Campoy, e interpretan Cristina Alcázar y Fran Boira, sabe explotar.

Cuenta «Palabras encadenadas» la historia de un secuestro. Se nos descubre a un psicópata que confiesa de entradas sus crímenes, y asistimos al prólogo de su siguiente asesinato. La víctima, sin embargo, no está elegida al azar, como parece que lo ha hecho con las anteriores; es su exmujer, y el diálogo, en ocasiones brutal, igual que la acción, se convierte en una sucesión de reproches, cuestionamientos, explicaciones, censuras y escarmientos
Galcerán va construyendo el drama con continuos volantazos en la trama -se nota en ello que la obra era de un autor primerizo-, pero con un control absoluto de la intriga y de la narración, punzante y turbadora. 

El texto exige una excepcional entrega de sus dos intérpretes, tanto desde el punto físico como, sobre todo, emocional. Cristina Alcázar y Fran Boira son dos intérpretes sobresalientes, que doblan su compromiso en el desnudo y expuesto escenario del Off del Lara, donde la cercanía exige una verdad absoluta en su trabajo. Boira encarna con su voz agrietada a un repugnante psicópata y navega con acierto por sus distintos estados de ánimo, desde la súplica hasta la suficiencia. Cristina Alcázar, por su parte, dibuja con sutileza las emociones de su personaje, del pánico inicial hasta el dominio en las escenas finales.    

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