«Castigo ejemplar Yeah», de Íñigo Guardamino


En diciembre de 2011, en la sala contigua a la que acogía las representaciones de «Oficina de patentes», mi primera incursión dramatúrgica, se presentaba una obra, «Plan B», escrita y dirigida por Íñigo Guardamino. Se trataba de una comedia en la que se contaba de otra manera la historia de Jesús y Judas en el monte de los Olivos.

Casi cinco años después, aquel joven con el que compartía cartel se ha convertido en uno de los principales agitadores del denominado Off madrileño (fue candidato en 2015 al premio Max como autor revelación). La escritura sarcástica y desvergonzada que exhibía en aquella pieza breve es el santo y seña de su teatro, imaginativo y fresco. Ejemplo de ello es «Castigo ejemplar Yeah», que actualmente se puede ver en los teatros Luchana.

Cuenta la obra la historia de dos padres que se cuelan con nocturnidad y alevosía en el despacho del director del colegio de su hijo con el propósito de hacer desaparecer los informes que pueden llevar a la expulsión de su hijo. La surrealista tesitura da pie a Guardamino a ir desenredando diálogos y situaciones con habilidad e ingenio. Los personajes se retratan y de sus repletos (se supone) bolsillos se van cayendo su dignidad y afloran sus miserias. El autor no tiene piedad con ellos, pero al mismo tiempo los mira con indulgencia a través del fino sentido del humor que tiene la obra, hasta conseguir que el espectador sienta compasión e incluso simpatía por ellos.

Íñigo Guardamino es también el correcto director de la función       -interpretada con tino por Natalia Díaz y Rodrigo Sáenz de Heredia-, que creo sin embargo que no saca todo el partido que podría al texto, insisto, agudísimo y sutil en su humor, su ironía y su causticidad. Falta, a mi modo de ver, un dibujo más delicado de las actitudes de los intérpretes y un mayor claroscuro en las escenas. Eso terminaría de redondear una atractiva y entretenida función.  

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