Víctor Ullate


Dos fuundaciones, Telefónica y Víctor Ullate, me han brindado la oportunidad de participar en una charla que, al amparo del Día Internacional de la Danza y de la exposición «La bailarina del futuro», que se puede ver en el Espacio Fundación Telefónica, se ha celebrado en este mismo lugar. Nos acompañaban, además, María Santoyo, comisaria de la citada exposición; y Joel Toledo, exbailarín de, entre otras compañías, el Ballet de Víctor Ullate y la Compañía Nacional de Danza, y ahora asesor de danza de la Comunidad de Madrid.

De Víctor Ullate he hablado ya en este blog. He contado que nuestra relación de treinta años ha tenido encuentros y desencuentros, etapas de cercanía y otras de respetuosa distancia. Pero nunca hemos abandonado el respetuo mutuo y el cariño sincero que le tengo (y estoy convencido de que él también me tiene) se mantiene intacto.

Aprecio de verdad a Víctor Ullate, por tanto. Disfruté y me sentí honrado de que me invitaran a moderar este encuentro, en el que le noté más vulnerable que nunca. Víctor siempre ha aparentado una gran fortaleza; solo teniéndola es posible levantar un proyecto como el que él creó hace ahora treinta años -el Ballet de Víctor Ullate debutó en abril de 1988 en el teatro Arriaga de Bilbao, y unas semanas más tarde se presentaba en el entonces Centro Cultural de la Villa de Madrid-; y lo que es más importante, mantenerlo vivo tres décadas después. Es cierto, ha contado con muchas ayudas; es una compañía oficial de la Comunidad de Madrid. Pero también lo es que ha tenido que sortear muchos obstáculos y que ha tenido que reinventarse varias veces. Y ahí sigue.

En la charla, Víctor habló varias veces de los infartos que le han servido de aviso -«tras uno de ellos pensé que me iba», confesó- y de pérdidas familiares que le pusieron un nudo en la garganta y le hicieron detener su exposición. Deslizó varias perlas a través de la charla -«El arte es un bálsamo para el alma» y «Se baila con el corazón, con la cabeza y los pies» son dos de ellas- y derrochó cariño y admiración por Lucía Lacarra y Eduardo Lao, que siguen sus huellas en la compañía y en la fundación.

Se puede apreciar más o menos el trabajo de Víctor Ullate como coreógrafo, como director de compañía e incluso como maestro (la faceta que a mí me parece más destacada, y a las pruebas de los alumnos que ha formado me remito). Se puede estar más o  menos de acuerdo con él. Pero creo que no exagero ni un ápice cuando digo que la Víctor Ullate es un pilar fundamental e imprescindible para la construcción de la danza española en las últimas décadas. Mantener en nuestro país una compañía de danza como la suya es, por mucha ayuda que se tenga, una labor titánica. Recordaba el propio Víctor que cuando dirigía a la Compañía Nacional de Danza (entonces Ballet Nacional Clásico) comenzaron con funciones en las que había 18 espectadores. Ahora, sacó pecho, cuelgan el cartel de «No hay billetes» muy a menudo.

Ahora quiere descansar. No se ha cortado la coleta, porque el estudio y el escenario son un imán demasiado potente para él. Seguirá dando clase, seguirá (seguramente) coreografiando, y seguirá (eso seguro) dictando lecciones de danza y, también, de humanidad. Yo, desde luego, seguiré recibiendo esas lecciones. ¡Felicidades, Víctor, maestro!

Podéis consultar la charla en este enlace

La foto es de Irene Medina (cortesía de la Fundación Telefónica)

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